martes, 20 de marzo de 2012

Novela

Novela
La novela, una obra literaria en prosa en la que se narra una acción fingida en todo o en parte y cuyo fin es causar placer estético a los lectores con la descripción o pintura de sucesos o lances interesantes, así como de caracteres, pasiones y costumbres. La vigesimotercera edición del Diccionario de la lengua española de la RAE la define de manera más general como una "obra literaria narrativa de cierta extensión" y como un "género literario narrativo que, con precedente en la Antigüedad grecolatina, se desarrolla a partir de la Edad Moderna".
Las primeras novelas se producen entre los siglo II a. C. y siglo III en Grecia y Roma, y se han clasificado en cuatro tipos básicos: novelas de viaje, novelas románticas, novelas satíricas y novela bizantina.
Como Pierre Daniel Huet señaló en 1670, la tradición de obras épicas tiene su precedente en Virgilio y Homero. Se solía usar el verso, adecuado a una tradición de representaciones orales. Hoy, esta tradición se remonta más atrás, a la época sumeria (Epopeya de Gilgamesh), y a la mitología hindú (Ramayana y Mahábharata).
Es más difícil asegurar la influencia de los cuentacuentos medievales en el desarrollo de la novela.
Había una tercera tradición de ficción en prosa, tanto en su modalidad satírica (con el Satiricón de Petronio, las increíbles historia de Luciano de Samosata, y la obra protopicaresca de Lucio Apuleyo El Asno de Oro) y una veta heroica (con los romances de Heliodoro, Longo y otros). El antiguo romance griego fue revitalizado por los novelistas bizantinos del siglo XII.
Todas estas tradiciones fueron redescubiertas en los siglos XVII y XVIII.

Origen.
No es fácil indicar qué géneros acabaron desembocando en la "novela". Los primeros ejemplos están categorizados hoy como "novella": Genji Monogatari del siglo XI, seguido por las obras de Boccaccio, Geoffrey Chaucer, Maquiavelo, incluso Miguel de Cervantes.
Una primera novela podía ser básicamente cualquier historia que se contaba por sus elementos espectaculares o reveladores. Se incluían en una conversación (entendida como entretenimiento), con una mínima ambientación. Podían ser sermones extendidos. Las colecciones de ejemplos facilitaban la labor de los predicadores, que mediante una fábula o una breve reflexión histórica ilustraban una conclusión moral. Según las colecciones medievales, eran determinantes los gustos y la clase social. Los trabajadores preferían historias tremendas, con engaños ingeniosos, de los que hacían víctimas a las clases sociales que odiaban o a otros competidores de los narradores de historias. Parte de este género original persiste en los pequeños chistes que se añaden para poner un toque humorístico en la conversación.

Siglo XIV: Boccaccio y Chaucer

Se solía recurrir a una historia dentro de la historia. Se describen situaciones en las que se supone que se relatan toda una serie de historias, de diversos gustos y géneros. Los ejemplos clásicos son El Decamerón de Boccacio y Los cuentos de Canterbury de Chaucer; en el primero son un grupo de florentinos que huyen de la peste y se entretienen narrando historias de todo tipo; en el segundo, son unos peregrinos que van a Canterbury a visitar la tumba de Tomás Becket y cada peregrino escoge cuentos que se relacionan con su estado o su carácter. Así los nobles cuentan historias más "románticas", mientras que los de clase inferior prefieren historias de la vida cotidiana. El género no tenía entonces un término propio que lo individualizara. "Novela" podía simplemente indicar la novedad de los eventos que se contaban. La inclusión de distintos tipos de historias, todas en un mismo marco, sin embargo, evidenciaba la consciencia del hecho de que los géneros se estaban desarrollando en este campo.
Mediante este recurso se justificaban los autores verdaderos, como Chaucer y Boccaccio. Los romances usaban un lenguaje sublime, justificándose a sí mismos en la medida que cultivaban un estilo "superior". Pero si cambiaba el gusto en las enseñanzas morales y la poesía, los romances rápidamente pasaban de moda. Estas historias de trampas y travesuras, de amores ilícitos e inteligentes intrigas en las que se reía de profesiones respetables o de los habitantes de otra ciudad, no tenían esa justificación moral ni poética. Así que llevaron la justificación al exterior. El narrador ofrecería unas pocas palabras explicando por qué creía que la historia merecía la pena. De nuevo, Los cuentos de Canterbury ofrecen los mejores ejemplos: el verdadero autor podía contar historias sin más justificación que el que esa historia ofrecía un buen retrato de quien la contaba y de sus gustos.
El romance se había hecho tedioso, después de reiterar tramas sin introducir otras nuevas. Las colecciones de cuentos o novelas los criticaron: un personaje del grupo de narradores empezaría a contar un romance, e inmediatamente se vería interrumpido por los otros narradores que escuchaban la historia, para que se callase, o hablase de forma comprensible, o que rápidamente fuera al meollo del asunto. El resultado fue el auge del relato corto. Los pasos de este desarrollo pueden seguirse con el aprecio que iba ganando el cuento y el valor de los romances en nuevas colecciones versificadas a finales del siglo XIV.

 Siglo XV

No existe unanimidad en cuanto al momento inicial de la novela o cuál sea la primera novela. Parece indudable que debe situarse en el Renacimiento. Es entonces cuando, orientándose hacia Italia surge en España la novela sentimental, como última derivación de las convencionales teorías provenzales del amor cortés. La obra fundamental del género fue la Cárcel de amor (1492) de Diego de San Pedro.[1]
Un género intermedio entre el romance y la novela fueron los Libros de caballerías. En España, este tipo de prosa novelesca se difundió sobre todo en el siglo XV en idioma catalán o valenciano: Tirante el Blanco del valenciano Joanot Martorell (1490) o la novela anónima Curial e Güelfa. Alcanzó su máxima popularidad a partir de los últimos años del siglo XV, siendo la obra más representativa del género el Amadís de Gaula (1508). Solían editarse en varios volúmenes, dirigiéndose al público que se suscribiría a esta producción. Estas obras llevaban a sus lectores a mundos ilusorios, inculcándoles el ideal caballeresco de un pasado que nadie podía reinstaurar.

 Siglo XVI

La difusión de la imprenta incrementó la comercialización de las novelas y los romances, aunque los libros impresos eran caros. La alfabetización fue más rápida en cuanto a la lectura que en cuanto a la escritura.
Las primeras colecciones de novelas no eran necesariamente proyectos prestigiosos. Surgió una enorme variedad de historias, desde las más jocosas hasta las de Boccaccio o Chaucer. Autores italianos como Maquiavelo, entre otros, dieron a la novela un nuevo formato. Seguía siendo una historia de intriga que acababa de forma sorprendente, pero estaba más trabajada en cuanto a la forma en que los protagonístas llevaban a cabo su intriga, cómo mantenían sus secretos y cómo reaccionaban si alguien les amenazaba con revelarlos.
Todo el siglo estuvo dominada por el subgénero de la novela pastoril, que situaba el asunto amoroso en un entorno bucólico. Puede considerarse iniciada con La Arcadia (1502), de Jacopo Sannazaro y se expandió a otros idiomas, como el portugués (Menina e Moça, 1554, de Bernardim Ribeiro) o el inglés (La Arcadia, 1580, de Sidney).
La reforma protestante incrementó los lectores de panfletos religiosos, periódicos y diarios. La población urbana aprendió a leer. Surgieron entonces los chapbooks, libros de bolsillo baratos que contenían tanto romances como historias cortas, relatos y fábulas. Solían embellecerse con grabados de madera, sirviendo a veces la misma imagen para varios libros. Los romances fueron reducidos a historias simples y abruptas, parecidas a los libros de comic modernos.
A mediados del siglo XVI, se produjo un cambio de ideas hacia un mayor realismo, superando en este punto las novelas pastoriles y caballerescas. Así se advierte en el Gargantúa y Pantagruel de François Rabelais y en la Vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y adversidades (1554), origen esta última de la novela picaresca.
La novela, como técnica y género literario está en el siglo XVII en la lengua española, siendo su mejor ejemplo Don Quijote de la Mancha (1605) de Miguel de Cervantes. Se considera como una de las primeras novelas modernas del mundo, innovaba respecto a los modelos clásicos de la literatura greco-romana como lo eran la epopeya o la crónica. Esta novela ya incorpora una estructura episódica según un propósito fijo premeditadamente unitario. Se inició como una sátira del Amadis, que había hecho que Don Quijote perdiera la cabeza. Los defensores del Amadís criticaron la sátira porque apenas podía enseñar algo: Don Quijote ni ofrecía un héroe al que emular ni satisfacía con bellos diálogos; todo lo que podía ofrecer es hacer burla de los ideales nobles. Don Quijote fue la primera obra auténticamente anti-romance de este periodo; gracias a su forma que desmitifica la tradición caballeresca y cortés, representa la primera obra literaria que se puede clasificar como novela.
El "romance nuevo", 1700-1800
A comienzos de del siglo XVIII la novela comenzó a zambullirse en el escándalo público y privado, por lo que había llegado el momento en el que una nueva reforma resultaba deseable. El viejo Amadis había trasportado a sus lectores a mundos idealizados, y las nuevas novelas, carecientes de diálogos nobles o actos de increíble heroísmo habían hecho mucho por refinar los gustos de la gente. Sin embargo, el crear historias de amor en las que unos críos engañan a sus padres había levantado nuevos riesgos, al convertir el cotilleo público y privado en materia publicable.
Entre las voces que reclamaban un regreso a los anticuados romances se encontraba Jane Barker, cuyo "romance nuevo" Exilius (1715) se convirtió en el boceto de una nueva tradición. Según Jane Barker, el romance se venía desarrollando desde Geoffrey Chaucer hasta François Fénelon, el último de los cuales era un autor que se había hecho famoso en ese tiempo con su romance Telémaco (1699/1700).
Los editores ingleses de Fénelon habían evitado el término "romance", prefiriendo publicarlo como "nueva épica en prosa" (de ahí los prefacios). Jane Barker, por el contrario insistió en publicar Exilius como un "Romance nuevo [...] siguiendo la forma de Telémacho", y no consiguió ganarse al mercado. En 1719 su editor, Edmund Curll, eliminó finalmente las viejas páginas del título ofreciendo Exilius como una colección de novelas.
El gran éxito de la siguiente década, Robinson Crusoe de Daniel Defoe, apareció ese mismo año, y el editor, William Taylor, evitó esas trampas con una cubierta en la que afirmaba que no se trataba de una novela ni de un romance, sino de una historia, sin embargo el diseño de página recordaba demasiado al "romance nuevo" con el que Fénelon se había hecho famoso.
Tal y como el término se entendía en la época, Robinson Crusoe es cualquier cosa menos una novela. No era una historia corta, ni se centraba en la intriga, ni se contaba en beneficio de un final bien cortado. Tampoco es Crusoe el antihéroe de un romance satírico, a pesar de hablar en primera persona del singular y haber tropezado con toda clase de miserias. Crusoe no invita realmente a la risa (aunque los lectores con gusto sabrán, por supuesto, entender como humor sus proclamas acerca de ser un hombre real) No es el autor real sino el fingido el que es serio, su vida le ha arrastrado contra su voluntad a las más románticas aventuras: ha caído en las garras de los piratas y sobrevivido durante años en una isla desierta. Lo que es más, lo ha sobrevivido con un heroísmo ejemplar, siendo un mero marinero de York. Si los lectores leyeron su obra como un romance no podría culparles, tan lleno está el texto de pura imaginación. Defoe y su editor sabían que todo lo que se decía resultaba totalmente increíble, y sin embargo clamaban que era cierto (o, que si no lo era, seguía mereciendo la pena leerlo como una buena alegoría). Este complicado juego es el que sitúa este trabajo en la cuarta columna en el diagrama de arriba.



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ELEMENTOS INTEGRANTES DE LA NOVELA:
I.  CONTENIDO:
     A.  Título: su sentido y función.
     B.  Asunto (resumen de la obra)
     C.  Tema (idea dominante)
     D.  Elementos de la novela:
          1.  Personajes:
               a.  Clasificación, caracteres, tipos, símbolos
               b.  Caracterización directa o indirecta
               c.  Relación entre personaje y acción
               d.  Relación entre personajes y ambiente
          2.  Ambiente:
               a.  Escenario y época (el donde y el cuando de los hechos)
               b.  Índole real o ficticia, rural o urbana, actual o del pasado
               c.  Atmósfera (sensación que prevalece en la obra)
          3.  Acción:
               a.  Naturaleza:
                    1.  Interna o externa
                    2.  En el tiempo o en el espacio o en ambos
                    3.  Tiempo  de  duración  de la  acción  y  tiempo vivido.
               b.  Lógica y motivación:
                    1.  Relación causal o casual.
                    2. Obedece a motivos o propósitos humanamente comprensibles o actúa arbitrariamente o movido por fuerzas superiores.
II.  FORMA:
     A.  Estructura o composición:
          1.  Exposición
          2.  Nudo
          3.  Desarrollo
          4.  Punto culminante
          5.  Resolución
     B.  Composición: lógica o artística
     C.  Relación entre contenido y estructura:
     D.  Aspectos técnicos:
          1.  Punto de vista
          2.  Técnicas narrativas
          3.  Relación entre el autor y la forma
     E.  Estilo:
          1.  El lenguaje y sus particularidades: la lengua. 
          2.  Relación entre contenido y forma
          3.  Relación entre autor y forma
     F.  Apreciación y valores de la novela:
         1. Valores diversos: lógicos, éticos, estéticos, lingüísticos, etc.

PANORAMA DE LA NOVELA:
La narrativa de la edad media tuvo un carácter épico.  Los cantares de gesta eran poemas narrativos que contaban los hechos de valor del héroe épico.  Se exalta en El Cid al héroe caído que lucha por su honor y consigue uno más alto al final de la epopeya.
  • BIZANTINA: Dos nobles virtuosos se separan al principio de la obra.  Sufren cautiverios, naufragios, secuestros, al final se encuentran y se casan.  Novela de acción verosímil. Persiles y Sigismunda (1617) de Cervantes.  El modelo viene de Grecia: Aethiopica (Eng. An Ethiopian Romance) [obra conocida también como Teágenes y Cariclea <Eng. Theagenes and Chariclea>] de Heliodoro (Heliodorus), escritor griego del siglo III d. de C.  Esta obra fue «encontrada» en el Renacimiento (en 1526) y publicada en 1534 en Basilea (Basel).  Hay una edición latina de 1551. 
  • MORISCA: De guerras y conflictos con los moros, a quienes se ven como capaces de la misma nobleza como los españoles.  Supuestamente histórica.  Novela de acción histórica. El Abencerraje.  Guerras civiles de Granada de Ginés Pérez de Hita.
  • NOVELA CABALLERESCA: El caballero Çifar (1300).  Narración novelesca, didáctica, hagiográfica (vidas de santos) y científica con naufragios, raptos, guerras, piraterías e intervenciones milagrosas.  Tirant lo Blanch
  • NOVELA SENTIMENTAL: A finales del siglo XV.  Novelas amorosas donde se describen en forma morosa (lenta) las vicisitudes de la vida amorosa de los personajes.  Éstas son narraciones de amores no recíporcos, de poca acción, de narración alegórica.  Cárcel de amor de Diego de San Pedro.
  • NOVELA DRAMÁTICA: Fines del siglo XV.  Novela dramática o dialogada.  Se eliminan las descripciones y se usa el diálogo exclusivamente.  Los personajes hablan y el autor no interviene en la acción.  Tragicomedia de Calixto y Melibea (o La Celestina) de Fernando de Rojas.  La vida humana es vista como tragedia en la que el hombre es arrastrado por terribles fuerzas que no puede controlar.  Los amantes, criados, y la Celestina encuentran la muerte al final.
  • LIBRO O NOVELA DE CABALLERÍA: Amadís de Gaula (siglo XVI).  Se revive el espíritu de la época medieval.  Serie de aventuras fantásticas, cosas inverosímiles e idealizaciones sentimentales.  Amadís es el caballero perfecto siempre al servicio de la justicia.  Lucha contra las fuerzas del mal.  Estructura ab ovo.  Novela de acción inverosímil.  Héroe que nace secretamente, crece, se entera de quien es, participa en varias batallas y se casa al final con su amada.  Vienen de Francia: Chrétien de Troyes (Lanzarote, Perceval, Tristán).  Novela de acción verosímil o inverosímil. 
  • NOVELA PASTORIL: Segunda mitad del XVI.  Paisaje convencional y falso, expresión amorosa insincera, mezcla de mitología clásica con supersticiones modernas.  Mucha retórica y poca acción.  Encuentro accidental.  Narraciones interrumpidas.  Conclusión dramatizada.  Ejercicios retóricos.  Novela de narración.   Diana de Jorge de Montemayor; Diana enamorada de Gaspar Gil Polo; Arcadia de Lope de Vega; Galatea de Cervantes.  El modelo para España viene de la Arcadia (1534) del italiano Jacopo Sannazaro. 
  • NOVELA PICARESCA: Antítesis de la novela pastoril y la novela de caballería en técnica y contenido.  El héroe no es un noble sino un pícaro pobre.  Sus aventuras son desventuras.  El ideal del protagonista no es la justicia ni el amor sino la comida.  No defiende la sociedad sino que la usa, acusa y maldice.  Es totalmente realista, amarga, pesimista.  Sucesión de episodios desagradables ligados entre sí por el protagonista. Lazarillo de Tormes (1525), Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán (1599), El buscón de Quevedo (siglo XVII).  El modelo de estas obras es el Satiricón (Satyricon) de Petronio (Petronius), El Asno de Oro (The Golden Ass) de Apuleyo (Apuleius [123-180 d. de C.]) y El Lazarillo de Tormes.  Novela de contra género (contra el género de novelas de caballerías) pero no de parodia según E. C. Riley.  Preocupación social.  Novela de un individuo de casta social ínfima que pasa por muchos amos y degenera moralmente.  Novela de acción realista.  Sin cambio sicológico.  El Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán es el mejor ejemplo. 
  • DON QUIJOTE: Primera narrativa moderna.  Novela paródica itinerante de varias peripecias, múltiples impresiones, perspectivas variadas, personajes y narradores de meta ficción (se salen del marco de la novela), personajes desarrollados, situaciones realistas, cosmovisión ambigua.
ELEMENTOS INTEGRANTES DE LA NOVELA: Una novela es un relato de lo que les sucede a ciertas personas en cierto lugar, tiempo y circunstancias.  Así que los tres elementos constituyentes de una novela son: ACCIÓN (lo que sucede), CARACTERES (las personas), y AMBIENTE (el escenario, la época, la atmósfera).
1.  ACCIÓN.  Contenido de los hechos.  Sucesos unidos que se desarrollan con intensidad progresiva hasta llegar al PUNTO CULMINANTE.  El elemento central de interés es el CONFLICTO de fuerzas: externo y objetivo [de un personaje con otro; de un personaje con un ambiente; de un personaje con su destino] o interno y subjetivo.  La forma en que los sucesos de la acción están organizados se llama COMPOSICIÓN o ESTRUCTURA: cronológico y causal [estructura lógica: ab ovo]; o libre o artística [in medias res o in extremas res, que requieren retrospecciones temporales > flashbacks, etc.].  La ESTRUCTURA de la novela se divide en 3 partes: 1.  EXPOSICIÓN (el estado de las cosas antes del conflicto), 2. NUDO o DESARROLLO (el desenvolvimiento de la acción en línea ascendente hasta llegar al punto culminante), 3. DESENLACE (la solución de la situación problemática).
2.  CARACTERES.  Los PROTAGONISTAS son de participación más destacada.  Hay personajes EPISÓDICOS que aparecen en un sólo momento.  La caracterización es DIRECTA cuando el autor nos informa cómo son, e INDIRECTA, cuando la personalidad del personaje se desenvuelve ante el lector por medio de lo que hace, dice y por lo que otros piensan de él.  Los personajes pueden ser ESTÁTICOS, DINÁMICOS, EVOLUTIVOS, PLANOS, y REDONDOS.  Los caracteres tienen individualidad y vida propia (Don Quijote, Hamlet, Falstaff); los tipos representan un grupo o clase. 
3.  AMBIENTE O MARCO ESCÉNICO: El lugar y la época en que se desarrolla la acción constituye el ambiente.  El ámbito espacial puede abarcar el mundo eterno (Jules Verne, La vuelta al mundo en ochenta días) o un lugar único y particular (un sanatorio para tuberculosos en La montaña mágica de Thomas Mann).  En las novelas de aventura y de acción el ambiente es extenso, en las de carácter psicológico es más reducido.  El TIEMPO puede abarcar varias generaciones (La guerra y la paz) o durar un día (Ulises de James Joyce).  No todo el tiempo de la acción es vivido por el lector.  El tiempo vivido por el lector es casi siempre mucho menor que el tiempo de duración (excepción: Ulises).  La retrospección o flashback es el recurso habitual de la vuelta atrás en el tiempo.  También hay tiempo circular (se puede leer la novela por cualquier página ya que el orden de la lectura es indiferente: La muerte de Artemio Cruz de Carlos Fuentes).  La presentación del marco temporal espacial puede ser DIRECTA (el autor mismo nos informa el lugar y época) o INDIRECTA (el lector tiene que llegar a sus propias conclusiones basándose en evidencia interna, histórica, geográfica, cultural, etc.). 

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